lunes, 29 de octubre de 2012

El pintor.

Te valoran por cómo pintas, sin ser tú pintor.
Mejor que te valoren por cómo escribes, escritor.
En tu fondo, y no en las superficies de otros, está el valor.

Que te comen los ratones, escritor.
Que te comen con mentiras, mentiras que quieres oír.
Que nunca es fácil el camino.
Que no hay meta.
Que es camino.

domingo, 28 de octubre de 2012

DE LA CANALLA


La vida es una fuente de alegría; pero donde quiera que la canalla va a beber, todas las fuentes están envenenadas. -Me gusta todo lo limpio; pero no puedo ver las bocazas grotescas y la sed de los impuros. -Han lanzado su mirada al fondo del pozo; ahora, desde el fondo se refleja hacia mí su odiosa sonrisa. -Han envenenado el agua santa con su concupiscencia; y, al llamar alegría a sus torpes sueños, envenenaron hasta las palabras. -La llama se indigna cuando ponen al fuego sus corazones húmedos; el espíritu mismo hierve y humea cuando la canalla se acerca al fuego. -La fruta se pasa y se vuelve empalagosa en sus manos; su mirada es viento que seca el árbol frutal. -Y más de uno de los que se apartaron de la vida, no se apartó sino de la canalla: no quería partir con la canalla el agua, la llama y el fruto. -Y más de uno que se retiró al desierto para sufrir allí la sed con los animales salvajes, lo hizo por no sentarse junto a la cisterna en compañía de sucios camelleros. -Y más de uno que avanzaba como exterminador y como granizada por los sembrados, sólo quería meter el pie en la boca de la canalla para taparle el gaznate. -Y lo que más se me atragantaba no era saber que la vida misma se halla necesitada de enemistad, de muerte y de cruces de mártires. -Si no que me pregunté un día, y casi me sofocaba mi pregunta: ¿Cómo? ¿La vida tendría necesidad también de la canalla? -Las fuentes envenenadas, los fuegos pestilentes, los ensueños mancillados, los gusanos en el pan de la vida, son cosa necesaria? -¡No era el odio, si no el ASCO lo que devoraba mi vida! ¡Ay!, ¡muchas veces ha llegado a hastiarme el ingenio, cuando veía que también la canalla era ingeniosa! -Y volví la espalda a los dominadores desde que vi lo que llaman hoy dominar: ¡Traficar y regatear en materia de poder... con la canalla!- Y permanecí entre los pueblos como extranjero, y con los oídos cerrados, a fin de que fuesen cosa extraña para mí el lenguaje de su tráfico y su regateo por el poder. -Y, apretándome las narices, atravesé con desaliento todo el ayer y el hoy: a la verdad, el ayer y el hoy apestan a populacho de pluma. -Como un inválido que se ha quedado sordo, ciego y mudo, así he vivido mucho tiempo por no vivir con la canalla del poder, de la pluma y de los placeres. -Penosamente y con cautela ha subido escalones mi espíritu; las limosnas de la alegría fueron su consuelo; la vida del cielo se deslizaba apoyada en un báculo. -¿Qué me ha pasado, pues? ¿Cómo me he curado de la aversión? ¿Quién ha rejuvenecido mis ojos? ¿Cómo me he remontado a las alturas donde ya no hay canalla sentada a orillas de las fuentes? -¿Me ha dado mi misma aversión alas y fuerzas que presentían los manantiales? ¡En verdad que he debido volar a lo más alto para volver a encontrar la fuente de la alegría!- ¡Oh!, ¡la he encontrado, hermanos míos! ¡Aquí, en lo más alto, brota para mí la fuente de la alegría! ¡Y hay una vida en que se puede beber sin la canalla! -¡Fuente de la alegría, casi brotas con demasiada violencia! ¡Y a menudo vacías de nuevo la copa al querer llenarla! -Aun tengo que aprender a acercarme a ti más moderadamente: afluye a tu encuentro con harta violencia mi corazón. -Este corazón donde arde mi estío, el breve, ardiente, melancólico y venturoso estío. ¡Cómo anhela tu frescura mi corazón estival! -¡Pasó la aficción de mi primavera! ¡Pasaron los malignos copos de nieve en pleno junio! ¡Heme convertido en estival y en tarde de verano! -Un estío en las mayores alturas, con frescos manantiales y dichosa tranquilidad. ¡Oh! ¡Venid, amigos míos!, ¡que sea más dichosa aun esta tranquilidad! -Porque esta es nuestra altura y nuestra patria: nuestra mansión es demasiado elevada y escarpada para todos los impuros y para la sed de los impuros. -¡Lanzad, pues, vuestras puras miradas a la fuente de mi alegría, amigos míos! ¿Cómo habría de enturbiarse? Os sonreirá con su pureza. -Nosotros los solitarios construimos nuestro nido en el árbol del porvenir: las águilas nos traerán en sus picos el sustento. -¡Y no será ciertamente un sustento de que puedan participar los impuros! ¡Porque los impuros creerían que devoraban fuego y se abrasaban las fauces! -¡No preparamos aquí, en verdad, moradas para los impuros! ¡Nuestra ventura parecería glacial a sus cuerpos y a sus espíritus! -Y nosotros queremos vivir por encima de ellos como vientos fuertes, vecinos de las águilas, vecinos del sol: así viven los vientos fuertes. -Y, a semejanza del viento, quiero soplar entre ellos un día y cortar la respiración a su espíritu con mi espíritu: así lo quiere mi porvenir. -Zaratustra, en verdad, es un viento fuerte para todas las tierras bajas, y da este consejo a sus enemigos y a cuantos escupen y vomitan: "¡Guardaos de escupir contra el viento!".

Así habló Zaratustra.

martes, 23 de octubre de 2012

Dame como recuerdo el honor que no me supiste dar como persona


Rabiosas quisieras estas líneas, que no versos.
Rabiosas e incontroladas, llenas de ira que es pasión.
Rabiosas como las lágrimas que se te escapan por la comisura de los ojos cada vez que ves que no me dueles.
Pero no rabiosos. Cínicamente se deslizan mis dedos tras tu pluma, que siempre va a la delantera.
Cínicamente sonríen, no es lo cruel que no me duelas, es que lo sigas intentando.
Es que midas en el daño, complejos culpas y dependencia, la necesidad de compartir soledades.
Mal, por pronto, nos contamos, bajo la amenaza de un calendario, las heridas que arrastrábamos.
Como si no nos las hubiéramos hecho nosotros mismos. Como si el uno pudiera hacer inocente al otro. Como si tuviéramos capacidad de sanarlas, en lugar de registrarlas el uno al otro.
Hurgarlas con manos sucias, escatológicamente. Buscando catarsis, obviando Awswitch.

Difícil. Como mi cabeza loca. Difícil se me hace no escribir desde el rencor. Difícil me lo hace cada palabra que te creí. Palabras que para ti fueron pocas, y para mí, demasiadas.
Difícil como me lo pusiste, difícil hablar sin palabras, que quieres ahogadas, como me ahogabas contra la almohada.
No entiendo el perdón ni las gracias. Y tú, tú sólo entiendes de culpas. La culpa que arrastras desde la primera vez que un desconocido me ofreció ayuda por la calle al verme contigo. Las culpas no existen, quisieras creer. Pero perdiste mis últimos días a tu lado con el miedo que me dabas.
Que hubieras cortado las manos de cualquiera que hiciera lo que hicieron las tuyas, me decías.
Y me pedías silencio. Silencio en tu cabeza, silencio en la de los demás. Puto silencio sembrado en mi alma. Acariciabas con tus manos, mientras afilabas tus palabras.
Maldito tu secreto. Maldita tu pasión. Maldita la noche que lo compartiste conmigo, e hiciste que me doliera más de lo que a ti te dañaba.
Maldita, digo ahora, que has traicionado las pocas palabras que poco a poco te creí.
Pues si bien me costó decidirlo. Fue decisión propia, -espero por ambos que irrevocable-, la que tomé en ese momento de cargar tu cruz. Y bien que la cargué. En el silencio que me pediste. Librándote de la vergüenza que tanto amenazaba tu tan alardeada identidad.
¿Maldita la noche en la que descargarte en mi tu secreto?
Maldito el día en el que decidí coger el relevo. Maldito el día en que me contabas quimeras, de fe en el hombre. Fe que ni tú tenías.
Afilando el lápiz de tu lengua, agotándome con tu presencia.
¿Dónde está lo excelso del artista, que convierte el mundo en un lugar mejor?.
Dónde la inmortalidad y la catarsis del hombre, cuyo ideal se redime en tus versos, que no en tu persona.
¿De qué servirá el arte si no puede ser traído a la vida?. De verdades contadas a base de mentiras.
Desvanece las culpas, y alivia un alma que puede así, continuar la corrupción que le es propia. Que no detesta si no por por lo que le hace perder. Alma sin juicio sería la tuya, si lo que quisieras lo tuvieras. Bestia desbocada atada a las cadenas de la realidad. De una sociedad, más loca que tu odio, que te dice, esquizofrénica, dónde están los límites que tú no divisas.

Avanzo por un camino que me pertenece, y que a veces comparto. Avanzo, siempre avanzo, queriendo, de vez en cuando, recordar la inocencia de dejarse engañar. Avanzo, y me río cada vez que descubro que sí, que son eso, engaños.
Difícil decía, escribir sin el rencor del engaño. Fácil, no obstante cuando se camina sin esperanza.

Agravio comparativo el de las culpas y las cargas. En silencio duermen las tuyas. Las que jamás querrías que contara. Con desagradables bálsamos, tus heridas cerradas. Libres de garras, tus manos desatadas. Desatadas y desesperadas, continúan dando zarpadas. Con sus uñas para mí ya limadas, esperando el día en que, ojalá cansadas, pero mal intuyo, más bien destrozadas, cesen en su empeño, en su ciega emboscada.
Quizás si eso ocurriera, tras una vida desperdiciada. Quizás si en tu camino de vidas desaliñadas.
Quizás si un día te vieras, ya con las heridas sanadas. Quizás si un día pensaras en las soledades desgarradas.
Quizás si un día comprendas cómo se cargan las taras. Quizá un día te sientes, con la cara destapada, quizás me veas callado, a lo lejos, en la playa. Quizá comprendas entonces cómo mi cabeza tronaba. Quizás te mires las manos, con heridas reventadas. Y me veas bailando en el barro, con una risa incontrolada. Quizás ahí comprendas las semejanzas obviadas. Quizás mi cabeza tus manos ajadas. Quizás, mas no creo, oigas cuatro campanadas. La del silencio con que me cargaste, culpa la tuya por mí cargada. La de la sangre reseca de mi corazón en tus manos, que no te sirvió de prejuicio, cuando me juzgaste a diario. La del perdón que te profeso, en forma de retirada. La de una cruz que jamás cargaste, quizás porque aunque mostrada, nunca te fue dejada. Quizás, digo, ahí comperndas, de la fuerza solitaria que en silencio te mostraba.
Quizás un día lo entiendas. No se trata de igualadas. Aun lejos yo cargo muchas venenosas palabras, mas tú mis problemas, míos, no supiste de qué tratan. Nunca se te avalanzaron, mientras te acurrucabas en la cama. Nunca con rabia te llovían encima, mientras te cubrías la cara con la almohada. A la vista, exacto, estaban, pero no para que los cargaras. A la vista, exacto, estaban, por si acaso tú los sanabas.
Más los has visto, y sin prejuicios, te me vas por la cañada.
Viaja, ten buen camino. Ten la suerte que no quiero.
Yo viajo con mis circunstancias, viajo con ellas a (hor/car)cajadas.
Yo la suerte no la quiero. Asumo merecer lo que me pasa.
Ten tú mi suerte, que no es mi casa.
Y si un día, antes que a tiempo nos encontramos, no malinterpretes que no quiera saber nada.
Mi vida, que es mi casa, la llevo conmigo en un vaso de agua. Vaso en el que lloviste, vaso del que te colmaste.
Pero, yo, que nunca supe de perdones ni gracias, déjame, si póstumamente me dejas, darte un consejo, pedirte un favor.
Mi consejo; cansa cuanto antes tu secreto. Dérramalo donde merezca. Ahogalo con tus letras. No lo compartas, pues no creo que nadie más lo quiera. Aprende a amarlo con odio, esto es, a reírte con él de ti. Si nunca te deja, si es sempiterno pasajero, asúmelo, y ríete de ello. Pero no lo lances contra otros, y lo arrojes mar adentro. Si eso es lo que eres, no te mientas al respecto. Si eres barro, qué sorpresa, como todos lo somos en este planeta, baila sobre ti mismo, pero no pretendas que sea un Mr. Hyde en tu guantera.
El favor es más sencillo, y no por justicia, si no por paz te lo pido. Quizás tu conflicto te impida hacerlo de manera sincera.
Tarde es para pedirte lo que me hubiera gustado que de ti saliera. Que sin juicios ni prejuicios, a mi me compartieras. Que hubiera de veras creído, de nuevo en el hombre, en una persona que no me abandona. Pero, y estas son las circunstancias, pedir eso ya está de sobra. Por eso te pido, por favor, sólo una cosa.
Dame como recuerdo el honor que no me supiste dar como persona.

jueves, 4 de octubre de 2012

El viaje del capitán.


Navega, capitán, navega, en tu barco papel de plata. 
Navega contra siete vientos, sobre dragones de agua. 
Vuela, capitán, vuela, en tu avioncito de hojalata
Que escapa tu corazón en globo, sobre valles y montañas. 
Escapa, tu diamante escapa, bucea, corre, pedalea, escala. 
Aun guardo la postal, que mandaste desde una playa.


  'Tenía el corazón mojado, 
lo saqué al sol un momento. 
Cuando vio que no miraba,
se me llevó el corazón un perro.

  Perdí la pista, no lo encuentro,
ahora corro el mundo entero.
Mi corazón, que era de plata, 
debe estar más frío que el hierro. 
  
Nunca a tiempo, siempre tardo, 
cuando llego ya ha marchado.
Mi corazoncito de plata,
¿será aun como recuerdo?
 
Te escribo desde la playa, 
a la orilla de un lamento.
Se ha encendido una hogera
al calor de su recuerdo.

Mi corazón, que era de plata, 
está pasando frío y miedo'


Navega, capitán, navega, vuela que tu corazón te espera. 
Navega salta, trepa vuela, corre hasta tener la lengua fuera. 
Camina detrás de tus sueños.
Manda una carta en cada puerto.
Pero si alguna vez la fatiga, llama a tu cuerpo desierto,
si alguna vez tus heridas, valen más que tu intento,
si sufres en tus viajes, déjame darte un consejo.
No está fuera, ni es recuerdo, 
el corazón que tanto buscas, siempre lo llevaste dentro.

lunes, 1 de octubre de 2012

Madre bájame la luna.


Madre bájame la luna, madre que ya no la veo.
Madre su espejo de plata, tráelo de nuevo a mi cielo.
Para reír y jugar juntos, que ahora el cielo es color negro.
Padre aléjame el sol, padre que casi no veo.
Padre, que la piel me quema, padre, cómo quema el viento.
Para subir a la montaña, y que no duela el firmamento.
Amigo devuélveme el alma, amigo, que ya no la tengo.
Está dividida en manos de gente que son lamento.
Para remar con ella juntos, a una isla donde no haya muertos.

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David S.