sábado, 25 de agosto de 2012

LA SONRISA IRÓNICA DEL UNIVERSO


Me frustra -dijo ella-, no ser capaz de tener con él la relación que cabría esperar. Quiero decir, no he vivido muchas cosas con él, y no espero de él ningún trato en función de las experiencias vividas juntos, que no las ha habido, pero coincidimos en tantas cosas…; gusto musical e inclinaciones políticas, un sentido similar de lo que es la justicia, y los amigos en común se cuentan por decenas. En distintos momentos hemos luchado por causas similares, e incluso hemos llegado a querer, en diferentes momentos también, a las mismas personas.
Y sin embargo, no hemos sido capaces de crear nada. Me frustra además, creer ser la única a la que le entristece pensar que, entre pársecs y pársecs de universo, millones de años  y personas que han pasado, y los millones, de ambos, que están por pasar, no seamos capaces de amarnos todos al darnos cuenta de que poseemos siquiera una sola cosa en común.
Quiero decir, ¿no te parece ya suficientemente absurdo –continuó- pensar que en este jodido momento estemos compartiendo planeta con… Obama, Karlos Arguiñano, refugiados políticos, o top models? ¿Soy la única que piensa que una sola jodida coincidencia ya es algo de proporciones increíblemente maravillosas?.

Y sin embargo –contestó él-, hay veces que te cruzas con una persona, cuyas diferencias culturales son lo suficientemente fuertes como para que, aunque quisieras, no pudieras pronunciar la mitad de las consonantes que contiene su alfabeto, y esa persona lo ha comprendido.
Por eso me parece que, pese a todo, no te queda más que acompañar la continua y sonora carcajada irónica del universo cuando ocurren cosas como lo que me ha pasado a mí hace poco –prosiguió él-. Perseguía yo esta tarde a un gato a la orilla del río, lo asustaba, el se desplazaba unos metros, y con ese carácter despreocupado de los animales que pasan mucho tiempo soportando a demasiados seres humanos, se paraba a la espera de que me cansara de ese juego. Volvía a salir corriendo tras él, y, cuando tras repetir varias veces la operación fui yo el que consiguió cansar al animal, que decidió poner tierra de por medio escapando por un agujero donde sabía no me merecería la pena continuar con la broma, eché la vista al suelo, y encontré un litro de cerveza, sin abrir, esperándome...

-Hechos literalmente reales-.


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David S.

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