sábado, 25 de agosto de 2012

METAVIOLENCIA


Es una violencia que no estalla.
Una violencia que se va fermentando en la cabeza de quienes sufren la fuerza, en sus cuerpos magullados.
Es, en cierto modo, una violencia calma, una violencia que recorre las calles a oscuras, como a la espera, agazapada, latente. Una violencia que ha sabido esperar, una violencia fraguada entre demasiados golpes. Una violencia dormida, aplacada, tragada con saliva, reconducida y gestionada, una violencia transformada, creativa. Pero que ha ido dejando demasiados posos. Una violencia de dientes apretados los unos contra los otros, tomando aire entre los huecos que estos dejan. Una violencia que no sabe de sí misma. Que camina en masa. Que no sabe cuándo se da o recibe el primer golpe. Que simplemente anda al calor de una noche de verano, encontrándose con otras tantas de su calaña. Murmurando. Sorprendida de sí. Reflexiva, sí, pero cansada ya. Una violencia que no sabe cómo va a aplacarse. Que de hecho no se busca a sí misma. Que le gustaría volver de nuevo al fondo. Latente, a que la dejen dormir tranquila. Pero cada vez que lo hace, como un animal mosqueado, vuelve a sentir como le meten el dedo en el ojo. Una violencia que respira entre dientes, dije, pero que, quién sabe cuando abra sus fauces, si todo quedará en bufido, o será capaz de amputar, casi sin querer incluso, el brazo que le ha estado toqueteando la comida.



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David S.

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